2/8/15

Sobre el camino


En el Camino hay personas muy diferentes tanto por su edad y circunstancias como por sus motivaciones y su actitud religiosa (creyentes, alejados, ateos). Pero este itinerario espiritual es común, se da en todos ellos independientemente de que lo busquen o no busquen. Es un fenómeno propio de la peregrinación.

Para caminar no sólo hay que mirar el suelo, es preciso levantar la vista. El Camino es ocasión de contemplación, y hay que olvidar la prisa, hay que dejar tiempo para contemplar. En primer lugar contemplación de la naturaleza, algo a lo que el espesor de nuestra cultura científico-técnica contemporánea no nos tiene acostumbrados: casi siempre estamos en contacto con casas, coches, ciudades… con la obra del hombre. Pero la peregrinación nos pone en contacto con la grandiosidad de la creación: el cielo, las montañas, los ríos, los animales.

Hacer el Camino no es quemar kilómetros o etapas sin más. Supone adentrarse en una tradición secular que ha dejado multitud de testimonios: el propio trazado, las poblaciones y monumentos que lo jalonan, el arte, las costumbres de los peregrinos, los relatos, los testimonios…
El peregrino debe ver todo, todo lo que pueda, pero no es un turista. El turista viaja con confort, visita un lugar, mira todo, curiosea, fotografía, y vuelve a su casa él mismo, el que era,  simplemente enriquecido por los recuerdos de lo que ha conocido. El peregrino sabe cómo ha salido, pero no cómo va a volver.

El secreto de la peregrinación es descubrir nuestra propia condición de peregrinos, pero no del Camino sino de la vida. Los valores descubiertos en el Camino: la simplicidad, la nueva sociabilidad, el despojamiento, la liberación y el silencio, la experiencia de belleza y de verdad, incluso la apertura al Absoluto, son para retener y vivir en medio de la ciudad y la vida corriente, en el trabajo y en casa, con la familia y con los amigos.

Eso quiere decir ser peregrino: descubrir cómo encarnar valores nuevos, un yo renovado, allí donde vivimos. Y al mismo tiempo ser consciente de que toda nuestra vida será ahondar en esos descubrimientos, toda ella se convierte en peregrinación.

En este sentido decimos que el Camino es parábola de la vida: nos revela nuestra condición de peregrinos que han de seguir caminando hacia una meta no ya provisional sino definitiva. 
Ultreia